Hay muchos resentimientos que pueden acumularse en uno, en
el lapso de un día y la única manera de poner en el rostro una marca de
alegría nuevamente, es mediante el descubrimiento de un amor que sobrepasa todo
y es capaz de superar los resentimientos y llenarnos del espíritu del perdón. “Te
perdono”, es el lenguaje del amor.
He aprendido
que es una tontería regañar a los demás, bastante tenemos con vencer nuestras propias limitaciones sin
irritarnos por el hecho de que Dios no haya creído conveniente distribuir por
igual el don de la inteligencia.
Ningún hombre
se critica así mismo por nada, por grandes que sean sus errores. La crítica es
inútil porque pone al prójimo en la defensiva, y por lo común hace que trate de
justificarse. La crítica es peligrosa, porque lastima el orgullo, tan precioso
del hombre, hiere su sentido de la importancia y despierta sus resentimientos.
Hay dos clases
de personas en el mundo, los que levantan murallas y los que construyen
puentes. Robert Lee Frost dijo
una vez: “Antes de edificar murallas hay que mirar bien qué es lo que uno deja
fuera y qué es lo que uno encierra adentro”. Ese es un buen consejo para los
constructores de murallas, porque en su autodefensa y hostilidad suelen hacer
que la gente se aleje de ellos.
Los ingenieros
de puentes somos aquellos que siempre esperamos lo mejor de los demás, creemos
que es posible esperar algo bueno de las personas y estamos ansiosos de creer
siempre lo mejor, aún, en las circunstancias más desfavorables. ¡Tendemos
puentes porque hemos aprendido el lenguaje del amor!
La solución es
aprender este lenguaje y comienza con estás palabras “El amor no guarda rencor”.
1era de Corintios, cap 13, versículo 5.
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