domingo, 20 de septiembre de 2015

Al final del camino


Al final del camino

 Al final del camino,  no encontraremos nada, solo el cansancio de haber caminado tanto.  Esperando el final, quizás decepcionado por no encontrar nada., tal vez un pedazo de espejo tirado en el suelo ante nuestros pies  y al alzarlo únicamente veremos nuestro rostro deteriorado por el tiempo, ese implacable tiempo que transcurre lentamente sin parar, ese tic tac del péndulo del reloj. No encontraremos nada porque en el camino de la vida que nos toca vivir simplemente no obtendremos nada tangible el cual pueda ser palpado con nuestras manos percibidos por nuestros ojos, deleitado por nuestros oídos, saboreados por nuestros labios o disfrutados por nuestro olfato, sino todo lo contrario,  será algo intangible que sólo es posible palparlo, percibirlo, deleitarlo saborearlo y disfrutarlo  por el sentir interno de de nuestro corazón sentimental, por nuestro espíritu, porque al final de ese camino lograremos encontrar nada más al camino y a la satisfacción de haberlo recorrido con un gran tesoro inquebrantable y eterno. En nuestra mente  ahí está el tesoro y la solución de todas las cosas. Nuestro poder mental, nuestra capacidad de vencimiento. Allí como una gran masa sólida. Ese es el verdadero gran tesoro que obtendremos al final del camino, solamente nuestra capacidad de resistir entre la debilidad y la fuerza; lo bueno y lo malo, la alegría y la tristeza; vivir o no vivir; ser o no ser;  hacer o inhibirnos y la conjugación de todos los verbos a través del tiempo todo llegará ahí, hasta llegar a nuestra formas unicelulares.

Agónico


Agónico


¡Tuvo una vida feliz! fue lo que quiso, ¡Tuvo grandes amistades! Disfrutó mucho la vida, hasta llegar a  las extremidades de los placeres efímeros. Pero, son sólo viejo recuerdos. Los muchos amigos se redujeron a un espejo donde cada mañana le visita, conversan pero el espejo sólo le devuelve su mismo reflejo. Todavía sé ve bien. Se siente mal todo el tiempo, odiándose así mismo. Reprimiendo sus sentimientos. Náuseas, algo de tos seca, sin apetito, además del miedo y pánico… esos son sus síntomas.
         ¡Debilidad humana! ensimismado y taciturno, sus calambres le imposibilitan el caminar, no quiere pensar en las cosas que no verá. Allí entre el aislamiento, ve el tiempo que se mueve como un sueño, sus noches son eternas. Dice que esperar la muerte  es algo cómico; le divierte entre su miedo. Todos tendremos miedo a este paso. Sus defensas están muy bajas al igual que sus fuerzas. El virus y el kaposi le comen las uñas y sus dientes; aquellos con los que reía. Respira lentamente,  su amor es como un follaje en el bosque. Deja de preocuparse, ya que la muerte nada es para su vida, porque cuando su vida está, la muerte no y cuando ella llegue ya no podrá estar su vida.
                                            (Luchemos contra el HIV+).

Decisión Irrevocable.




  Los ojos húmedos e irritados de tanto llorar. Un suspiro espontáneo sale desde el alma, ¡Tantos deseos! Cúmulos desiderativos de un espíritu desconsolado, de un alma atormentada, queriendo la paz. Esperanzas en un desierto donde aún nada crece. ¡Que ansiedad! Anhelos llenos de esperanzas, ilusiones llenas de etapas in-terminadas, ¡recuerda tristemente un pasado alegre! Ya las fuerzas se desvanecen, el aire se hace hostil; ya solo piensa y monologa-mente actúa con sus fantasías llenas de grandes proezas.


 Ahí en la soledad, gime su desolado corazón queriendo alcanzar el cielo sin las herramientas necesarias. Débil de mente y alma, toma su decisión irrevocable, se cerciora de que todo salga bien, mientras susurra una canción entre la incertidumbre. Se tumba su ser entero desde un taburete viejo, ya con sus alas caídas por el tiempo, en tanta soledad, dudando de su futuro y de su próxima forma de vivir, sé pregunta por un instante entre agonía: ¿dónde está Dios?…ya exhala su cuerpo y expira cerrando los ojos lentamente, suspendido en el aire, rindiendo su cuello, su ser entero a otra transcendencia inesperada.