martes, 8 de enero de 2013

Alegria



ALEGRIA
Nadie le permite a sus hijos bailar, cantar, gritar y saltar. Por razones triviales -quizás pueden romper algo, quizás se les moje la ropa con la lluvia si corren en el exterior-, por pequeñas cosas se destruye por completo una gran cualidad espiritual: la alegría. El niño obediente es elogiado por sus padres, por sus profesores, por todo el mundo, y el niño juguetón es censurado. Sus ganas de jugar podrían ser totalmente inofensivas, pero es censurado porque existe un peligro potencial de rebelión. Si el niño continúa creciendo con total libertad para ser juguetón, acabará siendo un rebelde. No será fácilmente esclavizado; no le podrán reclutar fácilmente en un ejército para destruir gente, o para que le destruyan.  El niño rebelde se convertirá en un joven rebelde. Entonces no podrás obligarle a que se case; no podrás obligarle a aceptar un determinado empleo; no se le podrá obligar a satisfacer los deseos incompletos, y los anhelos de sus padres. La juventud rebelde seguirá su propio camino. Vivirá su propia vida de acuerdo a sus deseos más íntimos, no de acuerdo a los ideales de otras personas. Por todas estas razones, se sofoca su capacidad de jugar, se aplasta desde el principio.  Nunca se le da una oportunidad a su naturaleza. Poco a poco empieza a cargar con un niño muerto en su interior. Este niño muerto en su interior destruye su sentido del humor: no puede reírse totalmente, con todo su corazón, no puede jugar, no puede disfrutar de las cosas pequeñas de la vida. Se vuelve tan serio que su vida, en vez de expandirse, comienza a encogerse. La vida debe ser, en cada momento, una creatividad preciosa. No importa lo que cree, podrían ser sólo castillos en la arena, pero todo lo que hace debería salir de su capacidad de jugar y de su alegría.
 

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